22 sept 2011

La Almohada del señor Cura!

Adaptación del cuento anónimo por Manuel Basurto V.
Se cuenta que sucedió aquí mismo en uno de los barrios al "Este de la Ciudad", resulta que el párroco de la iglesia San Martincito era conocido por sus sermones poco convencionales, en sus predicas siempre estaba hablando de las cosas que tenían que cambiar y mejorar en la vida de sus parroquianos y del barrio. A veces tocaba temas que incomodaban a muchos de sus fieles, como por ejemplo, que los jóvenes vivían una vida desenfrenada,
buscando siempre un pretexto para la farra, el alcohol y la lujuria. El curita
frecuentemente les llamaba la atención preguntando donde estaban los padres? ¿Qué estaba pasando con la vida familiar? A pesar de la incomodidad y el cierto descontento de los fieles, sus misas dominicales siempre estaban llenas de gente, seguramente porque la mayoría que lo escuchaba sabía que se trataba de la verdad.

Todo marchaba bastante bien hasta que un día una señora muy influyente se sintió ofendida por los sermones del cura dándose por aludida, su enojo llegó a tal punto que decidió hacer algo para deshacerse de él y sus predicas. Para lo cual se le ocurrió que debía desacreditarlo en el barrio contando unos “chismes creados” acerca de su persona, conocedora de que nada corre y crece más rápido que un buen chisme, comenzó a correr la voz de “que había visto al cura saliendo de un bar a altas horas de la noche en compañía femenina”. 

Basto que hiciera este comentario a un par de amigas para que la noticia se diseminara por todo el barrio y más, cuando también llegó a oídos del cura el chisme era como sigue: “saben que el cura disfrazado de parroquiano había estado bebiendo en un bar en compañía de dos señoritas de no muy buena reputación y que habían bebido tanto que los tuvieron que echar a los tres debido a que no quisieron pagar el consumo”. Y no solamente llego a sus oídos esta versión si no otras muchas más, todas interpretadas a gusto y criterio de quien las contaba, algunos “afirmaban haber visto al cura con más de tres mujeres”, otros, “que se había peleado con el guardia de seguridad del local”, otros más decían: “que lo habían visto tan borracho que las chicas lo llevaban a rastras”, y etc., etc., a cual chisme más descabellado. 

Como el efecto de nuestros actos y palabras no tardan en retornarnos, el chisme volvió a oídos de su autora, pero su mentira estaba tan aumentada y multiplicada que ella misma quedó horrorizada! Inmediatamente para tratar de tranquilizar su conciencia y enmendar el daño que había causado, corrió a confesarle al cura su pecado.

El buen cura la escuchó atentamente, terminada la confesión le dijo: yo te perdono y sé que Dios también, pero como penitencia te quiero pedir que me acompañes arriba al campanario, intrigada la mujer subió con el párroco. Cuando llegaron a lo más alto, el cura saco una gran almohada de plumas abrió la funda y las echo todas a volar, seguidamente pregunto a la mujer: ¿ves esas plumas? Quiero que por favor  bajes y me las juntes todas, la mujer exclamó: pero eso es imposible padre! El viento se las está llevando! A lo que el cura respondió: es verdad, y así de imposible es que puedas reparar el daño causado por los chismes que has esparcido.

Termina con el chisme. Frena el impulso de emitir o repetir comentarios sobre otros que no aportan para el bien. Considéralo parte de tu higiene mental.

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