24 ene 2013

Perdonar es poner a un prisionero en libertad!

Por Manuel Basurto V.
Seguramente todos hemos presenciado por lo menos en alguna ocasión, los buenos resultados obtenidos cuando dos seres se manifiestan amor y perdón. Como también el efecto inverso, cuando uno o ambos se empecinan en sus posturas exigiendo y demandando algo del otro, sin llegar a un acuerdo. Por otro lado sabemos que hay ofensas
y heridas que la gente carga de por vida sin alcanzar una reconciliación hasta que de repente, súbitamente, uno de los miembros fallece sin haber podido obtener el perdón y el amor de la otra parte. Y uno se pregunta si habrá valido la pena tanto dolor e infelicidad? y ¿porqué nos es tan difícil superar algunas ofensas y perdonar? sobretodo cuando es uno el ofendido o por lo menos cree serlo. 

Las grandes enseñanzas espirituales enfatizan la necesidad de aprender a perdonarnos, por bien tanto propio como por el de los demás; el propio Jesús lo dejó muy claro cuando dijo que sin la reconciliación con nuestro prójimo es imposible que agrademos a Dios. 

Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. (Evangelio de S. Mateo)

Llama la atención al decir que no se trata de si somos los ofendidos, basta solo saber, que si el otro tiene algo contra nosotros es nuestro deber buscar la reconciliación antes de presentarnos ante Dios. Me parece que una de las mayores trabas es por supuesto nuestro orgullo, nos decimos a nosotros mismos: ¿porque voy a dar mi brazo a torcer si ni siquiera me han pedido perdón? o tal vez pensemos que el otro no se merece nuestro perdón, que la falta ha sido demasiado grande y que a menos que sea severamente castigada, no tenemos porque perdonarla.


Otro factor quizás sea nuestro aferramiento al pasado, a lo mejor nos identificamos tanto y durante mucho tiempo con los sentimientos negativos que la ofensa nos causo, que llego a ser parte de nuestra identidad viéndonos a nosotros mismos como: "soy la persona abusada", "la pareja traicionada", "el hijo (a) abandonado", "fui victima de tal o cual cosa", etcétera. Y es como si consciente o inconscientemente el pasado viviera en nosotros con tal intensidad que casi marca y delinea nuestro presente y nos es muy duro y difícil abandonarlo, porque si lo dejamos ir, si lo soltáramos como quien suelta un carbón al rojo, si ocurriera eso, entonces nos preguntaríamos ¿quienes somos en realidad?

Claro que no estoy diciendo que uno deba consentir las agresiones y ofensas de otros ni tampoco que se queden impunes las faltas que merecen castigo, me refiero más que todo a la liberación personal e interior que uno puede obtener cuando de verdad perdona y se despoja de esos sentimientos de odio o amargura que frecuentemente no nos dejan continuar hacia adelante y que en realidad terminan dañándonos solo a nosotros mismos .

Perdonar es poner a un prisionero en libertad y descubrir que el prisionero eres TU.
Creo que el amor es la mayor necesidad del ser humano y este don está íntimamente ligado al perdón, me parece que cuando no alcanzamos un nivel espiritual que nos de la fortaleza para perdonar, tampoco habremos alcanzado el nivel para acoger el amor real cuando aparezca en nuestras vidas. 

Y el otro aspecto no menos importante son las consecuencias o trastornos físicos que el no perdonar nos acarrea, imaginemos una fuente de agua cristalina que por alguna razón en una parte de ella quedó agua estancada, con el tiempo esta irá descomponiéndose, tornadose de color verde, adquiriendo mal olor y en ultimas alojando a bichos e insectos propios de ese habitad y que podría terminar contaminado toda la fuente. Tenemos referencias científicas, que algunas enfermedades graves como el cáncer son ocasionadas por el odio y el resentimiento profundo. Por lo que es importante revisar como está nuestra fuente interior a fin de dejar fluir libre el agua cristalina del perdón.  


   

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