Seguramente coincidiremos en que todos
necesitamos o por lo menos creemos necesitar recompensarnos a nosotros mismos de alguna manera. Sea
porque terminamos satisfactoriamente una tarea o trabajo, cumplimos con alguna meta
o plazo o simplemente porque estamos llegando al fin del día o la semana y sentimos que “necesitamos relajarnos".
No hablo aquí de las recompensas del tipo interior o espirituales como la satisfacción del deber cumplido o la que produce el hacer algo por los demás. Me refiero más bien a las más sensuales que se relacionan directamente con el cuerpo.
No hablo aquí de las recompensas del tipo interior o espirituales como la satisfacción del deber cumplido o la que produce el hacer algo por los demás. Me refiero más bien a las más sensuales que se relacionan directamente con el cuerpo.
Creo que también coincidiremos en
que algunas de las sustancias más usuales con las que buscamos gratificarnos, son la comida, el azúcar, el
tabaco y el alcohol. Sobre este último nadie cuestiona y mucho menos condena
que se tome un par de tragos de vez en cuando, al fin y al cabo, la gran sensación de placer y alivio que se siente en esos momentos, evita que nos hagamos cualquier cuestionamiento.
El problema a mi modo de ver, comienza
cuando esa sensación tan placentera de los primeros tragos por ejemplo, nos incita a llevarla hasta su punto más alto, el de la euforia y la desinhibición totales, es decir una borrachera.
Lo cual tampoco tendría nada de malo, si no fuera por los riesgos que trae
consigo; ocasionando que actuemos totalmente inconscientes en hechos y
palabras, además de los accidentes de tránsito, violencia doméstica y muchas cosas más que todos
conocemos porque se publican a diario.
Y ni hablemos de la dependencia psicológica
que se puede crear al quedar registrada en nuestro cerebro y memoria la experiencia placentera que con esa sustancia
obtuvimos y que muchas veces inconscientemente, querremos
volver a repetir, a pesar de saber que el placer por muy intenso
que sea es limitado y poco saludable, y que pasado el cual, sólo nos traerá decepción, remordimiento,
malestar, agotamiento, sin hablar de los efectos nocivos y desagradables en nuestro organismo conocidos
como resaca, en el caso de consumo excesivo de alcohol.
Nunca se tiene suficiente de lo que no se quiere. |
No estoy juzgando ni mucho menos condenando
el uso de bebidas alcohólicas, aparte que a estas alturas sería imposible hacerlo; lo que sí intento decir es que tendríamos que estar atentos para descubrir cual es nuestro límite de consumo, límite que varía de persona a persona, ya que saber eso nos ayudara a mantener esas “recompensas” en su debido lugar, sin permitir que se transformen en una tentación y luego suframos por nuestra ignorancia y falta de comprensión al caer en ella.
Cabe resaltar que esto mismo que digo sobre
el alcohol se aplica también para cualquier cosa o sustancia que se consuma en exceso como: azúcar, comida, tabaco, sexo, fármacos, etc. Todo lo cual no es malo en sí
mismo, siempre que las usemos en buena manera y medida.
Y aquí hay otro punto importante a anotar, y es que en cada caso, el consumo inicial siempre es muy placentero por lo cual se desea más, y ahí radica la “tentación” que a veces puede convertirse en adicción cuando creemos de manera inconsciente, que a mayor consumo mayor será el placer, olvidando que pasado el límite todo se viene cuesta abajo con igual o mayor intensidad.
Y aquí hay otro punto importante a anotar, y es que en cada caso, el consumo inicial siempre es muy placentero por lo cual se desea más, y ahí radica la “tentación” que a veces puede convertirse en adicción cuando creemos de manera inconsciente, que a mayor consumo mayor será el placer, olvidando que pasado el límite todo se viene cuesta abajo con igual o mayor intensidad.
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