Matías Zibell
BBC Mundo
El escritor peruano Mario Vargas Llosa definió una vez al fútbol como
"una religión laica", capaz de generar manifestaciones irracionales y
colectivas que en el pasado solo convocaban iglesias y profetas. Si el Premio
Nobel de Literatura tiene razón, hoy empieza la mayor fiesta religiosa del
planeta.
A partir de este jueves, creyentes y ateos de norte a sur rezarán para
que el balón perfore redes ajenas y perdone la virginidad de las propias.
Oraciones paganas serán entonadas en oficinas, escuelas y comercios de este a
oeste cada vez que el árbitro se lleve el silbato a la boca. No faltará el
apóstata que maldiga el fanatismo ajeno y hable del opio de los pueblos, pero
las cábalas, las supersticiones y los festejos serán el pan de cada día.
Como le dijo el escritor colombiano Ricardo Silva Romero a BBC Mundo,
"el fútbol es una pasión que viene de la infancia: es irreflexiva, irracional,
primaria. Está atado a los primeros recuerdos, a las primeras emociones. A los
tiempos del colegio y los amigos del barrio. Sigue siendo, además, un refugio:
de la vida, de la política, de la realidad".
Sin embargo, el Mundial de Fútbol 2014, que tiene su sede en uno de los
países más religiosos del mundo -tanto en lo que respecta a la fe por la cruz
como por la pelota-, se ha parecido en los últimos tiempos a esos cónclaves de
la antigua Iglesia Cristiana, más conocidos por sus divisiones teológicas que
por sus afinidades ecuménicas.
Las protestas en Brasil contra los gastos que demandó la infraestructura
mundialista, sumado a las denuncias de corrupción contra la FIFA en la elección
de Qatar como sede para el 2022, han provocado dudas en muchos seguidores: un
cisma entre el entusiasmo por la Copa del Mundo y la desazón ante la forma en
que se administra el deporte más popular del planeta.
La teoría de la salchicha
Para el humorista británico John Oliver, el fútbol también se parece a
una religión, pero en tres aspectos que nada tienen que ver con su capacidad de
generar pasiones colectivas. En un polémico e inspirado monólogo en su programa Last Week Tonight de la televisión estadounidense,
Oliver calificó al fútbol como una religión organizada con la FIFA como
iglesia.
"Su líder es infalible (por Sepp Blatter), obliga a países
sudamericanos a gastar dinero que no tienen en catedrales opulentas (en
referencia a estadios de fútbol como el de Manaos, que costó millones de
dólares a Brasil y solo será utilizado en cuatro partidos del torneo), y puede
llegar a ser responsable al final de la muerte de un número impresionante de
personas en el Medio Oriente (recordando las duras condiciones laborales en
Qatar, país que debe comenzar a construir sus propia infraestructura
mundialista)".
Oliver, un fanático del deporte del balompié, recurrió otra metáfora
para describir esta división entre entusiasmo futbolero y desazón con la FIFA.
Para él, el fútbol sigue el principio de la salchicha: si uno ama algo, no debe
averiguar de qué está hecho. "Hasta cierto punto el fútbol es una ficción,
como una película o una serie de televisión, y, en ese sentido, pocos
espectadores están interesados en su tras escena", reflexionó Silva
Romero.
Pero los hot dogs en Brasil y Qatar
están oliendo tan mal que hasta los socios comerciales de FIFA quieren saber
qué paso con los ingredientes de este embutido, como explica el analista
económico de la BBC Bill Wilson:
"A la gente en general no le gusta ver cómo su
dinero se destina a la construcción de hoteles cinco estrellas y estadios de
primera clase cuando no hay servicios sanitarios básicos en sus vecindarios"
Profesor Christopher Gaffney
"Sony ha llamado a una profunda investigación de las denuncias
contra la elección del país árabe como sede mundialista, Coca Cola dijo estar
listo para reducir la visibilidad de su marca durante el actual campeonato si
la agitación social regresa y Adidas indicó que la situación actual no es buena
ni para el fútbol, ni para la FIFA ni para sus socios".
Crhistopher Gaffney, profesor de la Universidad Federal Fluminense en
Brasil, le dijo a BBC Mundo que "la Copa del Mundo es una cosa, y la Copa
del Mundo de la FIFA es otra. La gente no se siente incluida en esta última, no
puede acceder a entradas al estadio, no ve beneficios, solos costos, así que
están enojados".
La cerveza no se negocia
Ante la dureza de estas y otras críticas, la FIFA emitió un comunicado
dos días antes de la inauguración del mundial con el título "La realidad
de las cosas" en el que dice, entre otras cosas, que a diferencia de otros
eventos de gran envergadura como Juegos Olímpicos o Fórmula 1, el Mundial
cuenta con un gran número de entradas a precios asequibles.
"Para los partidos de grupo, los brasileños pueden adquirir
entradas a partir de 15 dólares. Además, la FIFA ha puesto a disposición de los
obreros que participaron en la construcción y de personas socialmente
desfavorecidas 100.000 entradas gratuitas".
Para Gaffney, estudioso del universo del fútbol en Brasil, la FIFA y su
forma de hacer negocios han dejado una mala impresión en Brasil.
"No se han ayudado a sí mismos con sus comentarios inoportunos, su
aparente arrogancia y su falta de compromiso con el público brasileño. A la
gente en general no le gusta ver cómo su dinero se destina a la construcción de
hoteles cinco estrellas y estadios de primera clase cuando no hay servicios
sanitarios básicos en sus vecindarios".
Uno de los comentarios más polémicos que recopiló Oliver en su monólogo
contra la FIFA fueron las palabras del secretario general Jerome Valcke cuando
la federación y el gobierno de Brasil se enfrentaron por la prohibición de
vender alcohol en los estadios de fútbol que impuso el país sudamericano en
2003.
Debido a que la marca de cerveza estadounidense Budweiser es uno de los
principales socios comerciales de la federación de fútbol, el secretario
general viajó a Brasil y la organización deportiva consiguió un cambio en la
legislación.
"Lamento decirlo y quizás parezca un poco arrogante pero eso es
algo que no vamos a negociar, va a ser contemplado y tiene que ser contemplado
-como parte de la ley- el hecho de que nosotros tenemos el derecho de vender
cerveza", dijo Valcke en su visita a Brasil.
El dogma no se reforma: los jugadores patean, los arqueros atajan y los
simpatizantes beben cerveza fría.
Los mercaderes del templo
En su comunicado del 10 de junio, la FIFA niega haber pecado. La
federación destaca que de los US$2.000 millones que gasta en el Mundial cerca
de la mitad han sido destinados a proveedores locales -es decir- a la economía
brasileña y rechaza la acusación de haber promovido el desalojo de personas
para la construcción de estadios o de los vendedores ambulantes que comercian
en sus alrededores.
La FIFA se defiende
· La FIFA se ha hecho cargo de todos los gastos de operaciones del
Mundial.
· La FIFA no obliga a ningún país anfitrión a construir doce estadios.
· La FIFA no solicita una exención general de impuestos para sus
patrocinadores o proveedores.
· La FIFA no ha exigido nunca ningún tipo de desalojo.
En lo que respecta a lo que es del César y a lo que es de Dios, la
organización asegura que no solicitó una exención general de impuestos para sus
patrocinadores y proveedores.
En mayo de 2010, pocos días antes de la elección de las sedes
mundialistas de 2018 y 2022, la BBC reveló que la FIFA solicitaba una serie de
condiciones a los países candidatos entre las que estipulaba que todo el evento
debería estar libre de impuestos.
"A cualquier país anfitrión se le requiere una comprensiva política
de exención de impuestos a favor de la FIFA y otras partes involucradas en
albergar y organizar el evento", dijo en ese momento un vocero e la
federación deportiva.
El periodista de economía y negocios de la BBC Ian Pollock concluía
entonces que el gobierno británico, en caso de ganar la sede (algo que
finalmente no ocurrió), debería renunciar a decenas de millones de libras en
impuestos para beneficio de la FIFA, una organización de caridad que apenas
paga impuestos en su país, Suiza.
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