En el libro del Génesis, la creación de Adán está descrita
en términos de cerámica, porque el señor Dios da forma a una figura con el
polvo de la tierra, es decir, del barro, y una vez conseguido esto, inspira el
aliento de la vida por la nariz de la figura y el hombre nace a la vida. No
resulta extraño pues,
Podía haber sucedido de manera diferente. El universo podía
haber sido considerado no como algo hecho, al igual que una mesa o una vasija,
sino como algo crecido como una planta.
Los niños no preguntarían a sus padres “¿cómo fui hecho
mamá?”, sino: Mamá “¿Cómo crecí?”. Sin embargo, en nuestra cultura, resulta
normal que un niño pregunte: “Cómo me hicieron?”.
Entonces veamos, toda esa imaginería se ha vuelto muy
importante para el mundo occidental, porque todo el mundo siente constantemente
que se halla bajo la vigilancia del señor, siendo observado y juzgado en cada
instante.
El hombre occidental tiende a sentirse bloqueado por el juez
del universo que todo lo observa y por ello inventó otro mito: el del universo
considerado como un mecanismo carente de inteligencia.
¡Qué liberación! No hay ningún dios que me juzgue, ningún
infierno al que ir a parar, ni ninguna conciencia a la que hacer caso excepto a
mi propio placer. El mundo es referencia a que el hombre, la inteligencia, la
consciencia, el amor y todo lo demás son una especie de lombrices en universo
naturalmente irracional, o más bien en un universo mecánico, tiene que
comprenderse como una reacción al primer mito.
De hecho, la idea de que el hombre es una especie d lombriz
en un universo mecánico resulta claramente absurda, pero tuvo una enorme influencia
en la forma en que pensamos y sobretodo en la forma en que sentimos.
Ya dije
que normalmente decimos: “Vine a este mundo”. ¿Por qué no podemos decir algo
más correcto como: “Salí de este mundo”?
(Extracto del libro Vivir el presente de Alan Watts)
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