El día de trabajo de 8 horas de duración fue desarrollado durante la revolución industrial en Inglaterra durante el siglo 19, como un método que buscaba proteger a los trabajadores que estaban siendo explotados mediante jornadas laborales de 14 o 16 horas diarias.
A medida que la tecnología y los métodos fueron avanzando, los trabajadores de todas las industrias fueron capaces de producir mucho más valor, en una cantidad menor de tiempo.
Si bien lo lógico sería pensar que esto conllevaría a jornadas laborales más cortas, la calendarización de 8 horas de trabajo por día genera demasiados beneficios a las grandes industrias,
lo cual no se debe a la cantidad de trabajo que los empleados pueden hacer en ocho horas (el empleado promedio de oficinas logra trabajar solo 3 de las 8 horas) sino que los convierte en un público de compradores felices.
Si bien lo lógico sería pensar que esto conllevaría a jornadas laborales más cortas, la calendarización de 8 horas de trabajo por día genera demasiados beneficios a las grandes industrias,
lo cual no se debe a la cantidad de trabajo que los empleados pueden hacer en ocho horas (el empleado promedio de oficinas logra trabajar solo 3 de las 8 horas) sino que los convierte en un público de compradores felices.
El hecho de permitirle a los empleados tener poco tiempo libre implica que la gente tenderá a pagar más por conveniencia, gratificación y cualquier otro tipo de alivio que crean que pueden comprar. Los mantiene viendo la televisión y sus comerciales. Los hace perder cualquier tipo de ambición fuera del trabajo.
Hemos sido conducidos a una cultura que ha sido diseñada para hacernos sentir cansados, hambrientos de satisfacción, dispuestos a pagar grandes sumas por obtener conveniencia y entretenimiento y lo más importante, hacernos sentir vagamente poco satisfechos con nuestras vidas para que así, continuemos queriendo las cosas que no tenemos. Compramos en exceso ya que siempre sentimos que nos falta algo.
Las economías del oeste han sido construidas calculadamente de forma a fomentar la gratificación, adicción y los gastos innecesarios. Gastamos para subir nuestro ánimo, para recompensarnos, para celebrar, para arreglar problemas, para mejorar nuestro estatus y para aliviar nuestro aburrimiento.
¿Te puedes imaginar que pasaría si todos dejáramos de comprar cosas que no necesitamos y que no agregan ningún valor duradero a nuestras vidas? La economía colapsaría y no se recuperaría nunca.
Hombre observando la vía Lactea |
La cultura de trabajo de ocho horas al día es la herramienta más poderosa de las grandes empresas para mantener a la gente en este estado de falta de satisfacción en el que la forma de arreglar cualquier problema es comprando algo nuevo. Puede que hayas escuchado acerca de la Ley de Parkinson. Se usa comúnmente en referencia a la utilización del tiempo: Mientras más tiempo te den para hacer algo, más tiempo te tomará hacerlo. Es increíble todo lo que puedes lograr hacer en veinte minutos, si es que veinte minutos es todo el tiempo que tienes para hacerlo. Sin embargo, si tuvieras toda la tarde, probablemente te tomaría más tiempo.
La mayoría de nosotros tratamos el dinero de la misma manera. Mientras más generamos, más gastamos. No es que repentinamente necesitemos comprar más sólo por que estamos generando más, sino que podemos hacerlo y por lo tanto, lo hacemos. De hecho se nos hace bastante difícil evitar aumentar nuestra calidad de vida (o al menos, nuestro nivel de gasto) cada vez que nos dan un aumento de salario.
No creo que sea necesario escaparse del sistema e irse a vivir al bosque pretendiendo ser sordomudo, como fantaseaba Holden Caulfield, sin embargo, podríamos con certeza mejorar en cuánto a lograr entender lo que las grandes empresas quieren que seamos. Ellos han estado trabajando por décadas con el objetivo de crear millones de consumidores ideales y han acertado. Al menos que seas una excepción, es muy probable que tu estilo de vida ya haya sido diseñado.
El consumidor perfecto es aquel poco satisfecho pero esperanzado, poco interesado en desarrollarse personalmente, acostumbrado a ver televisión, a trabajar a tiempo completo, a ganar una cantidad de dinero justa, a intentar lograr satisfacer sus necesidades durante su tiempo libre y lograr vivir.
¿Te pareces a este consumidor?
Dos semanas atrás hubiese dicho: En lo absoluto, ése no soy yo, pero si todas mis semanas fueran como ésta, entonces quizás hubiese sido una ilusión.
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