Por Manuel Basurto V.
Hace unos días me encontraba en una parada de buses junto con otras cuatro personas y estaban ahí también dos niños de unos tres y cuatro años pateando una pelota justo contra la pared donde estábamos los adultos, claro era una pelota grande de playa por lo que no ocasionaba ninguna molestia. El punto es que después de unos minutos nos encontrábamos todos bastante involucrados en el juego
y la diversión de los niños. En cierta forma su inocencia y su gracia hizo que todos nos sintiéramos integrados aun siendo perfectos desconocidos y me quedé pensando como los niños sobretodo los pequeños pueden capturar con tanta facilidad el interés y la atención de varios adultos a la vez.
Claro que con el tiempo algunos adultos nos volvemos tan serios y rígidos que ya no es posible disfrutar de la frescura y espontaneidad de ellos y más bien los vemos como una molestia.
Sin embargo es llamativo ver como en el proceso fisiológico del ser humano a medida que envejecemos nos vamos volviendo como niños. Lo que me propongo tratar aquí no es tanto esa parte física sino el aspecto emocional, los factores que hacen que cambie nuestra manera de sentir e interpretar la vida y nuestra existencia en relación a cuando eramos niños. Obviamente que las influencias que recibimos desde la maternidad y luego todo el proceso educativo que nos va formando o quizás debiéramos decir deformando hace que perdamos esas cualidades a fin de amoldarnos a lo que llaman las cosas "serias e importantes de la vida" y poder llegar así a la "madurez".
Pero estaba analizando algunas de estas cualidades que sacrificamos en aras de alcanzar esa supuesta madurez y he aquí algunas que se me ocurrieron:
Yo diría que una cualidad de la niñez por excelencia es la fe, podemos decir que es un don innato porque hasta un bebe tiene la confianza absoluta que obtendrá la leche y todo lo necesario del cuidado principalmente de la madre. Seguramente es esa fe la que los hace vivir intensamente cada momento, es decir estar en el aquí y ahora.
Otra cualidad es la pureza o inocencia reflejada tan claramente en la luz de su mirada. Para un bebe todo es visto con ojos prístinos, se maravillan de todo, hasta de lo que es más insignificante para nosotros. Me atrevería a decir que ellos sí ven la realidad o por lo menos las cosas como son, sin la pantalla mental de la interpretación y el etiquetado a través del pensamiento que tratamos de ponerle a todo y todos.
Y esto me lleva a la siguiente gran cualidad, la aceptación de lo que ES. A mi me parece que la aceptación de un niño es un acto de sabiduría, es como si llegaran a este mundo sabiendo que eso no lo determinaron ellos mismos, simplemente llegan y comienzan a integrarse paulatina y naturalmente. Pareciera que los primeros años de la infancia flotan o se dejan llevar principalmente por la confianza que tienen depositada en sus padres y mayores, y es solo más adelante principalmente en la adolescencia que sienten un fuerte impulso a revelarse contra aquello que les han impuesto y desean quizás inconscientemente recuperar su verdadero SER, aquel del que disfrutaban tanto siendo niños.
Otro aspecto notable es la facilidad de relacionarse que tienen por lo general los niños entre sí, sobretodo cuando no los hemos contaminado con prejuicios como donde nacieron, el color de la piel, quienes son sus padres, que es lo que poseen, etc. A un grupo de niños les basta sentirse juntos y aceptados y pueden armar una fiesta hasta con una pelota de trapo, e incluso son así con los adultos salvo porque en los tiempos que vivimos infelizmente ya no se puede dar esa relación tan sana y espontánea.
Como todos hemos experimentado, con el paso de los años crecemos y cambiamos y es indudable que necesitamos hacerlo, sin embargo he conocido ancianos que mantuvieron un cierto candor y pureza similar a la de los niños, esto se nota bastante en los mayores de las tribus indígenas tanto hombres como mujeres donde pareciera ser que solamente se les arrugó la piel y no así el corazón.
Quizás uno de los factores que hace que tengamos que abandonar las cualidades de la niñez es que nos inculcan que "deberíamos" tomar el control de nuestra vida, determinar que queremos ser y adonde queremos llegar y luchar por ello, solo que a veces eso que "deberías" no es precisamente lo que sentimos sea nuestro ser y me parece que vamos creciendo con un conflicto interior entre eso y lo que somos realmente.
y la diversión de los niños. En cierta forma su inocencia y su gracia hizo que todos nos sintiéramos integrados aun siendo perfectos desconocidos y me quedé pensando como los niños sobretodo los pequeños pueden capturar con tanta facilidad el interés y la atención de varios adultos a la vez.
Claro que con el tiempo algunos adultos nos volvemos tan serios y rígidos que ya no es posible disfrutar de la frescura y espontaneidad de ellos y más bien los vemos como una molestia.
Sin embargo es llamativo ver como en el proceso fisiológico del ser humano a medida que envejecemos nos vamos volviendo como niños. Lo que me propongo tratar aquí no es tanto esa parte física sino el aspecto emocional, los factores que hacen que cambie nuestra manera de sentir e interpretar la vida y nuestra existencia en relación a cuando eramos niños. Obviamente que las influencias que recibimos desde la maternidad y luego todo el proceso educativo que nos va formando o quizás debiéramos decir deformando hace que perdamos esas cualidades a fin de amoldarnos a lo que llaman las cosas "serias e importantes de la vida" y poder llegar así a la "madurez".
Pero estaba analizando algunas de estas cualidades que sacrificamos en aras de alcanzar esa supuesta madurez y he aquí algunas que se me ocurrieron:
Yo diría que una cualidad de la niñez por excelencia es la fe, podemos decir que es un don innato porque hasta un bebe tiene la confianza absoluta que obtendrá la leche y todo lo necesario del cuidado principalmente de la madre. Seguramente es esa fe la que los hace vivir intensamente cada momento, es decir estar en el aquí y ahora.
Otra cualidad es la pureza o inocencia reflejada tan claramente en la luz de su mirada. Para un bebe todo es visto con ojos prístinos, se maravillan de todo, hasta de lo que es más insignificante para nosotros. Me atrevería a decir que ellos sí ven la realidad o por lo menos las cosas como son, sin la pantalla mental de la interpretación y el etiquetado a través del pensamiento que tratamos de ponerle a todo y todos.
Y esto me lleva a la siguiente gran cualidad, la aceptación de lo que ES. A mi me parece que la aceptación de un niño es un acto de sabiduría, es como si llegaran a este mundo sabiendo que eso no lo determinaron ellos mismos, simplemente llegan y comienzan a integrarse paulatina y naturalmente. Pareciera que los primeros años de la infancia flotan o se dejan llevar principalmente por la confianza que tienen depositada en sus padres y mayores, y es solo más adelante principalmente en la adolescencia que sienten un fuerte impulso a revelarse contra aquello que les han impuesto y desean quizás inconscientemente recuperar su verdadero SER, aquel del que disfrutaban tanto siendo niños.
Otro aspecto notable es la facilidad de relacionarse que tienen por lo general los niños entre sí, sobretodo cuando no los hemos contaminado con prejuicios como donde nacieron, el color de la piel, quienes son sus padres, que es lo que poseen, etc. A un grupo de niños les basta sentirse juntos y aceptados y pueden armar una fiesta hasta con una pelota de trapo, e incluso son así con los adultos salvo porque en los tiempos que vivimos infelizmente ya no se puede dar esa relación tan sana y espontánea.
Como todos hemos experimentado, con el paso de los años crecemos y cambiamos y es indudable que necesitamos hacerlo, sin embargo he conocido ancianos que mantuvieron un cierto candor y pureza similar a la de los niños, esto se nota bastante en los mayores de las tribus indígenas tanto hombres como mujeres donde pareciera ser que solamente se les arrugó la piel y no así el corazón.
Quizás uno de los factores que hace que tengamos que abandonar las cualidades de la niñez es que nos inculcan que "deberíamos" tomar el control de nuestra vida, determinar que queremos ser y adonde queremos llegar y luchar por ello, solo que a veces eso que "deberías" no es precisamente lo que sentimos sea nuestro ser y me parece que vamos creciendo con un conflicto interior entre eso y lo que somos realmente.
Muy realista
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