Por Manuel Basurto V.
Está comprobado que en el transcurso de la vida desde
nuestra infancia y aun desde la concepción, vamos asimilando influencias,
experiencias, datos e informaciones que contribuyen en cierta manera a
determinar lo que pensamos y nuestra percepción del mundo. Se puede decir que de
acuerdo a como pensamos somos,
o nos convertimos en lo que pensamos o como dice
la Biblia: tal cual piensa en su corazón tal es el. Ahora bien, que ocurre cuando esta forma de pensar la
adquirimos de manera inconsciente y condicionada, por ejemplo vemos que
mediante el sistema educativo se trasmite a los niños desde temprana edad el
sentido de que la vida es una competencia donde existen ganadores y perdedores
y que lo más importante es convertirse en "ganador" sin importar el
costo o los medios para llegar a serlo.
Esto se ve muy bien reflejado mayormente en los hijos de
gente adinerada y pudiente que desde niños actúan con esas características
sobre el resto de sus compañeros. Estos chicos que después crecen y se
convierten en adultos influyentes de la sociedad, lo hacen bajo esa filosofía
de vida donde los demás solo representan elementos que pueden usar o desechar
de acuerdo a los objetivos que ellos quieran alcanzar, trátese de ganancias
económicas, poder o simple bienestar.
He hablado y debatido con jóvenes sobre esto, quienes por lo
que ven en la sociedad actual están convencidos de que no existe otra forma de
triunfar en la vida que no sea a la manera de "que el pez más grande se
coma al más chico" o "el astuto se aproveche del inocente".
Muchos están convencidos también de que vivir bajo otros principios y valores
como la solidaridad, honestidad, cooperación, etc, significaría no contar con
los medios "reales" para alcanzar el éxito. Incluso piensan que vivir
de acuerdo a principios nobles solo les acarrearía llevar una vida de escasez y
pobreza.
Muchas veces me he preguntado qué quiso decir Rudyard
Kipling en su famoso poema SI: "si el triunfo o la derrota no te imponen
su ley y los tratas lo mismo, como a dos impostores...entonces serás un hombre
hijo mío".
Cuando miramos con atención la vida de gente aparentemente
exitosa podemos observar que el éxito y el fracaso están separados por una
linea muy fina, hay cantidad de ejemplos que vemos cotidianamente de gente
"exitosa" que terminan esclavos de las drogas, el alcohol, dietas
nocivas, etc, y muchos de ellos hasta suicidándose por no encontrar un sentido
para sus vidas a pesar de haber llegado al cenit de sus carreras, lugar donde
muchos envidiarían estar.
Personalmente me parece que Kipling estaba acertado al decir
que el éxito y el fracaso son dos impostores que suplantan la realidad, es más,
diría que ambos son una fantasía del ego al que le encanta dividirnos entre
ganadores y perdedores, digo fantasía porque es imposible ganar todo el tiempo,
ya que siempre existirá alguien más rápido, más astuto, más joven o más fuerte
que tu, por lo que ese tipo de comparación con los demás solo nos llevará a
sentirnos desdichados e inferiores con bastante frecuencia.
Tampoco estoy diciendo que el éxito consista en vivir
privado de lo necesario o esclavizado en un trabajo que solo nos permita
sobrevivir. Hay que tener en cuenta que en la vida indefectiblemente pasamos
por diferentes ciclos, algunos de abundancia y otros de escasez, unos de ganar
y otros de perder, así que para liberarnos de esos prejuicios tendríamos que
aplicar lo de "tratar a esos dos impostores por igual".
La posesión de bienes materiales, sin paz interior, es como
morir de sed cuando nos bañamos en un lago. Si bien es de evitar la pobreza
material, debemos aborrecer la pobreza espiritual. Porque es la pobreza
espiritual y no la carencia material, la que constituye la base del sufrimiento
humano.
Paramhansa Yogananda
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