Por Manuel Basurto V.
Lo he visto pasar desde que tengo memoria y yo mismo he sido presa de esa manera ilusoria de vivir. Es esa interminable rutina de trabajar toda la semana para sentir la aliviadora emoción de que llega el fin de semana y por fin podemos dedicarnos un día o un par de días realmente a nosotros mismos,
es decir a lo que verdaderamente nos interesa y gusta hacer.
Siendo joven solía sentir un vacío y cierta melancolía cuando llegaba el atardecer del Domingo, frecuentemente me preguntaba ¿si no había algo más? y ¿porque todo parecía terminar ahí?
Muchas veces miraba con asombro como mucha gente entraba con total resignación y entrega al Lunes como si ni siquiera fuera bueno detenerse a pensar porque tiene que ser así. En esa época no me daba cuenta que lo que "terminaba" era en realidad la ilusión que le había puesto al fin de semana, ya que eran los días que podía lucir alguna ropa nueva o asistir a algún lugar donde por fin encontraría la tan anhelada media naranja que le daría plenitud y sentido a mi vida. O en el mejor de los casos podría evadirme por unas horas de toda la carga emocional negativa de la semana con una buena dosis de alcohol o sexo si se presentaba, para tristemente descubrir el Domingo que lenta pero inexorablemente se acercaba nuevamente el Lunes.
Me parece que cuando uno se va haciendo mayor estas ilusiones van menguando quizás porque a fuerza de haber repetido la decepción una y otra vez finalmente caemos en cuenta que no tiene ningún sentido ese estilo de vida. Entonces comenzamos a reemplazar las actividades del fin de semana por un tiempo dedicado a la familia y a cosas menos energéticas y emocionales pero siempre sin poder escapar del circulo vicioso.
Y aquí me llegó un pensamiento que llamo poderosamente mi atención:
La mayoría de los hombres viven una vida de tranquila desesperación. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperación. H. Thoreau.
A que se refiere este señor cuando dice que vivimos una vida de desesperación, a mi entender se refiere en parte a este ciclo del que vengo hablando, de no vivir la vida que deseamos y esperar suplir esa frustración de alguna manera aunque sea un par de días a la semana. Seguro pensaran: que esto es inevitable, todos tenemos que trabajar para poder vivir, y les doy la razón, siempre fue y seguro seguirá siendo así. Pero igual lo veo pasar con la gente que ha solucionado sus problemas laborales y económicos como por ejemplo los empresarios y los ricos aunque si bien ellos pueden permitirse ciertas libertades como no tener que cumplir un estricto horario laboral, etc, igualmente no han logrado escapar de este programa establecido, es más muchos lo alientan y dan por hecho que así es como tiene que ser.
Esto me lleva a pensar que en realidad no se trata de lo que hagamos o del lugar donde estemos, sino de como está nuestro estado de consciencia actual, es decir como estamos interiormente hablando. Quizás se trata de "libertarnos" internamente para no dejar que lo externo nos influya al punto que dejemos de vivir y más bien nosotros convertirnos en una influencia para el mundo exterior. Les dejo aquí una reflexión de Wyane W. Dyer que lo explica muy bien:
La ironía está en que no se trata necesariamente de realizar una tarea concreta, ni de tener una ocupación específica ni de vivir en un sitio concreto. Se trata de que te repartas de una forma creativa, amante, utilizando las destrezas y los intereses que forman parte inherente de ti. Puede ser cualquier actividad: bailar, escribir, curar, la jardinería, cocinar, ser padre o madre, dar clases, ser compositor, cantar, hacer surf…lo que sea.
La lista es inacabable. Pero en esa lista todo puede destinarse a inflar tu Ego o a servir a los demás. Si las actividades de la lista están al servicio de los demás, sientes la dicha de vivir con un propósito, mientras que, paradójicamente, atraes más de aquello que te gustaría tener en la vida.
Lo he visto pasar desde que tengo memoria y yo mismo he sido presa de esa manera ilusoria de vivir. Es esa interminable rutina de trabajar toda la semana para sentir la aliviadora emoción de que llega el fin de semana y por fin podemos dedicarnos un día o un par de días realmente a nosotros mismos,
es decir a lo que verdaderamente nos interesa y gusta hacer.
Siendo joven solía sentir un vacío y cierta melancolía cuando llegaba el atardecer del Domingo, frecuentemente me preguntaba ¿si no había algo más? y ¿porque todo parecía terminar ahí?
Muchas veces miraba con asombro como mucha gente entraba con total resignación y entrega al Lunes como si ni siquiera fuera bueno detenerse a pensar porque tiene que ser así. En esa época no me daba cuenta que lo que "terminaba" era en realidad la ilusión que le había puesto al fin de semana, ya que eran los días que podía lucir alguna ropa nueva o asistir a algún lugar donde por fin encontraría la tan anhelada media naranja que le daría plenitud y sentido a mi vida. O en el mejor de los casos podría evadirme por unas horas de toda la carga emocional negativa de la semana con una buena dosis de alcohol o sexo si se presentaba, para tristemente descubrir el Domingo que lenta pero inexorablemente se acercaba nuevamente el Lunes.
Me parece que cuando uno se va haciendo mayor estas ilusiones van menguando quizás porque a fuerza de haber repetido la decepción una y otra vez finalmente caemos en cuenta que no tiene ningún sentido ese estilo de vida. Entonces comenzamos a reemplazar las actividades del fin de semana por un tiempo dedicado a la familia y a cosas menos energéticas y emocionales pero siempre sin poder escapar del circulo vicioso.
La mayoría de los hombres viven una vida de tranquila desesperación. Lo que llamamos resignación no es más que una confirmación de la desesperación. H. Thoreau.
A que se refiere este señor cuando dice que vivimos una vida de desesperación, a mi entender se refiere en parte a este ciclo del que vengo hablando, de no vivir la vida que deseamos y esperar suplir esa frustración de alguna manera aunque sea un par de días a la semana. Seguro pensaran: que esto es inevitable, todos tenemos que trabajar para poder vivir, y les doy la razón, siempre fue y seguro seguirá siendo así. Pero igual lo veo pasar con la gente que ha solucionado sus problemas laborales y económicos como por ejemplo los empresarios y los ricos aunque si bien ellos pueden permitirse ciertas libertades como no tener que cumplir un estricto horario laboral, etc, igualmente no han logrado escapar de este programa establecido, es más muchos lo alientan y dan por hecho que así es como tiene que ser.
Esto me lleva a pensar que en realidad no se trata de lo que hagamos o del lugar donde estemos, sino de como está nuestro estado de consciencia actual, es decir como estamos interiormente hablando. Quizás se trata de "libertarnos" internamente para no dejar que lo externo nos influya al punto que dejemos de vivir y más bien nosotros convertirnos en una influencia para el mundo exterior. Les dejo aquí una reflexión de Wyane W. Dyer que lo explica muy bien:
La ironía está en que no se trata necesariamente de realizar una tarea concreta, ni de tener una ocupación específica ni de vivir en un sitio concreto. Se trata de que te repartas de una forma creativa, amante, utilizando las destrezas y los intereses que forman parte inherente de ti. Puede ser cualquier actividad: bailar, escribir, curar, la jardinería, cocinar, ser padre o madre, dar clases, ser compositor, cantar, hacer surf…lo que sea.
La lista es inacabable. Pero en esa lista todo puede destinarse a inflar tu Ego o a servir a los demás. Si las actividades de la lista están al servicio de los demás, sientes la dicha de vivir con un propósito, mientras que, paradójicamente, atraes más de aquello que te gustaría tener en la vida.
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